Los bulbos se clasifican atendiendo a su taxonomía o en función de la época en la que se desarrollan. Los de otoño, como los tulipanes o los narcisos, se plantan en estos meses y florecen en primavera. La tierra tiene el grado de humedad perfecto para que el brote inicie su crecimiento antes de hibernar con las bajas temperaturas. Los bulbos de otoño soportan el frío extremo y pueden tratarse tanto en el interior como en el exterior. A esta variedad también pertenecen los jacintos o los lirios, cuyas flores, de gran tamaño, hacen tan atractivos los jardines.
Los bulbos de primavera, como los gladiolos, no permiten las temperaturas extremas, por lo que es necesario sembrarlos en esta época para verlos florecer en verano u otoño. Cuando llegue el invierno podemos desenterrarlos y guardarlos en un lugar fresco, al resguardo del sol, y volver a plantarlos cuando las condiciones climatológicas sean las más adecuadas. A esta variedad también pertenecen las dalias, muy sensibles al frío, y las begonias, flores de gran tamaño y diversidad de colores, ideales para las jardineras.
Para cultivar bulbos es necesario tener en cuenta ciertos aspectos como el tipo de suelo, la frecuencia de riego o la luz. Los bulbos se desarrollan mejor en suelos porosos, bien drenados, ya que facilitan la filtración del agua en la tierra. En caso de tratarse de suelos arcillosos, más compactos, es necesario agregar turba o compost, una concentración de materiales o residuos orgánicos. La luz también juega un papel importante, tanto los bulbos de otoño como de primavera necesitan muchas horas de sol, pero son plantas que se adaptan con facilidad al entorno, de modo que también pueden florecer en zonas de semisombra.
Una vez hayamos preparado o escogido el suelo, debemos plantar los bulbos a una profundidad dos o tres veces superior a su tamaño y a una distancia suficiente los unos de los otros para que crezcan con espacio a su alrededor. Este aspecto es muy importante, ya que si los sembramos a mucha profundidad o a poca de la superficie es muy probable que no completen su ciclo de floración. El agua también es esencial para su cultivo, debe emplearse con moderación, de tal modo que la tierra permanezca siempre húmeda y no encharcada. Un exceso de agua podría pudrir la planta.
PoolFunStore Consejos te recomienda que utilices minerales como el fósforo, uno de los nutrientes esenciales, junto al nitrógeno y al potasio, para que las plantas crezcan de un modo vigoroso. El fósforo debe mezclarse con la tierra y en contacto con las raíces para que estas puedan absorberlo directamente. Los abonos nitrogenados, administrados con moderación, también son beneficiosos, ya que propician su desarrollo y la formación de las hojas. El potasio, por su parte, contribuye al fortalecimiento del tallo, avivando el color de las flores y mejorando la salud de la planta.
Los fertilizantes suelen emplearse tres veces al año, en primavera y verano en último término, y evitarse durante la época de floración. Esta circunstancia podría provocar el crecimiento de la raíz, acortando el tiempo de vida de la flor. El cultivo de bulbos no entraña demasiadas complicaciones. Si atendemos a su época de desarrollo y cuidamos de sus condiciones básicas de subsistencia lograremos que florezcan sanos y vigorosos.
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